sábado, 13 de febrero de 2016

ÓPERA: ¿PUESTAS MAXIMALISTAS O MINIMALISTAS?

El sábado de la semana pasada, en el teatro El Nacional de la calle Corrientes se transmitió en directo desde el Metropolitan de Nueva York la última función de Turandot, de Puccini, dirigida por Paolo Carignani, con régie de Zeffirelli. Fui al Nacional llevado por la perversa atracción del dorado y por cierta malignidad. ¿Hasta dónde podría haber llegado el hiperbólico Franco con Turandot, la princesa china de fuego y de hielo? En realidad, la famosa puesta se dio por primera vez en 1987 y se repuso en el Met varias veces, la última en la actual temporada. Por lo tanto, no tenía nada de novedad. Justo en ese punto surgía la pregunta que me inquietaba: ¿la versión de Zeffirelli resistiría el embate de los veintiocho años transcurridos desde supremière
Después de ver los tres actos, contundentes como un KO...todos ellos rebosante de excesos, me pregunté: ¿las puestas modernas, con despojados diseños de vanguardia, de buen gusto anoréxico y traslaciones de época, con sus consiguientes anacronismos de vestuario, podrían repetirse varias veces durante veintiocho años? 
No. Casi por definición, no deberían tener una longevidad que superara los tres años. Por una cuestión de principios, el público de avanzada no debería tolerarlo. De hecho, no lo soporta. Tampoco la boletería.
HUGO BECCACECE, IDEAS, LA NACIÓN DEL 7 DE FEBRERO.-

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