lunes, 9 de junio de 2014

LA AUTOCONFIANZA DE PICASSO

La leyenda dice que posó pacientemente unas noventa veces para el retrato. Que cada una de esas veces la señora rotunda de kilos y soberbia visitó el estudio del artista y se sentó en el mismo y desvencijado sillón, vestida con su traje de terciopelo marrón y su pañuelo blanco, ajustado con un broche de coral mientras él trabajaba sobre la tela sentado en un banquito. Que, sin embargo, la tarde en que él, Pablo, pintó su cabeza, ella no estaba ahí. Y que por eso vibra cierto desacoplamiento entre ese cuerpo de Buda enorme y mórbido y esa cabeza. Cuentan que los que vieron en 1906 la pintura ya terminada, la misma que se exhibe en el Metropolitan Museum de Nueva York, le decían a Picasso que ella, la mujer que estaba ahí, no se parecía a Gertrude Stein. "Ya se parecerá", sonreía el malagueño, con la pícara altivez de sus 24 años.



Foto: AFP,  | Enfoques, LA NACION de ayer.-

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