miércoles, 18 de mayo de 2011

LA DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO EN LA ARGENTINA: EN LA ZONA DE TURBULENCIA

Con la Biblia, como con las estadísticas, se puede demostrar casi todo.


Paul A. Samuelson (1915-2009), Premio Nóbel de Economía


En página 2 de Economía & Negocios, de La Nación del pasado domingo se señala que pese a que los asalariados pasaron de detentar en 2003 el 29% del Producto Bruto Interno (PBI) al 41% en 2009 -igual al alcanzado durante casi todo el denostado menemismo- advirtiendo sin embargo que dicho valor aún está lejos del 50% que alcanzó durante el primer peronismo, cuando, en palabras de Félix Luna, "el país era un a fiesta"...


Personalmente, sin embargo, y frente a la coyuntura económica actual, prefiero analizar  los altos niveles de participación del ingreso de los asalariados, como un prolegómeno del ajuste, debido a que en la economía argentina tal mejora no va asociada con aumentos de productividad, por lo que los aumentos de salario por encima del  crecimientoPBI, terminan encareciendo la mano de obra y por ende afectan la competitividad de los productos exportables.


Al analizar la serie histórica nos encontramos con que siempre que la participación salarial tocara el número mágico del 50% del PBI, sobrevino, por los motivos expuestos, un fuerte ajuste de la economía, que a la par que rebajó el  nivel de participación del salario en el PBI, mejoró la productividad de la mano de obra, al abaratarse, favoreciendo las exportaciones. 


Esto es algo mecánico y universal en la economía capitalsita, no ideológico, pese a que entre nosotros un mal llamado progesismo y el sindicalismo pretenda atribuír el ajuste a una actitud antiobrera. Es más: en 1952 fue el propio general Perón, poco antes de comenzar su segundo mandato, quien lanzó un plan de austeridad económica, luego de que la participación del salario en el PBI alcanzara el 50%, descendiendo desde allí hasta el 36,5% en 1959, manteniéndose luego en niveles inestables durante toda la década del 60, pero sin alcanzar nunca el 50%.


Durante la década del setenta, osciló entre el 42,5% y el 50%. que se alcanzó en 1974 durante el segundo peronismo, que nuevamente debió enfriar la economia, a través de un brutal ajuste, el denominado rodrigazo.


Contra aquellos que sostienen que el gobierno militar que derrocó al peronismo en 1976 adoptó posiciones antiobreras, basta señalar que en 1980, se lograron guarismos de participación similares a los actuales, si bien luego y debido a la crisis de la deuda externa, se cayó nuevamente por debajo del 30%.


A partir de la restauración democrática de 1983, se mejoró, pero luego de la hiperinflación de 1989, la participación de los asalariados en el PBI registró un mínimo histórico del 28%, muy cercano al alcanzado en 2004, luego de la implosión de la convertibilidad, cuando descendió al 30,4% .


En suma, todo nivel de participación de los salarios en el PBI acercándose al 50%, culminó con un ajuste de envergadura, debido a que los aumentos salariales no estuvieron acompañados por un aumento en la productividad, a excepción del año 93 -primer gobierno menemista- en que alcanzó el 46%, para descender a partir de ese nivel hasta el 41%, en forma más o menos ordenada.-


Fuente: Ceped/La Nación



   

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