sábado, 21 de noviembre de 2009

DEL TIRRENO AL JÓNICO

Partí con lluvia del puerto romano de Civitavecchia -aquel del que debían hacerlo Floria Tosca y Mario Cavaradossi hacia una nueva vida, lejos de Roma, de la política y del siniestro barón Scarpia, jefe de la policía pontificia durante el período napoleónico, y que el destino les impidió concretar- hacia mi primera escala, Catania, sin imaginar que el chubasco era el preanuncio de una tormenta que hizo bastante desagradable la navegación cuando el barco salió al mar abierto.

Al día siguiente con las primeras luces del alba y con un pequeño pero entusiasta grupo, divisamos desde la cubierta superior en medio de un mar agitado y ventoso la Isla de Strómboli y su célebre volcán activo, en cuya ladera, créase o no, viven unas cuatrocientas personas.

Pasado el mediodía, y con mar más calmo, atravesamos el estrecho de Mesina, que separa Sicilia de la Italia continental y que cuenta con solo tres kilómetros de ancho en su parte más angosta y en cuyas costas moraban los monstruos Escila y Caribdis, los que, según la leyenda, devoraban a los navegantes que osaban pasar por allí.

Al llegar a Catania -al pie de Etna, tal el significado del nombre de la ciudad- "bañada por el mar, besada por el sol y bendecida por los dioses", llama la atención la relación de admiración y reconocimiento de la misma con su hijo más preclaro, el compositor Vicenzo Bellini (1801-1835), apodado "El cisne de Catania", plasmado en el hecho de haber sido enterrado en la mismísima Catedral -ubicada muy cerca de su casa natal- y a donde llegamos atravesando la magnífica y barroca Puerta Uzeda, que combina a la usanza local piedras volcánicas claras y oscuras para contrastar, ubicada cerca del mercado de pescado, cuyo olor no dejaba dudas sobre su proximidad, y que al trasponerla nos permite ver el Etna a lo lejos y a lo alto, al final de la Vía Etnea, la avenida más ilustre de la ciudad .
Un honor altísimo para la época, considerando que el músico no era rey ni emperador. Hay también un monumento dedicado a el en la Plaza Stesicoro, en el que se encuentra sentado y rodeado de cuatro estatuas que representas sus óperas más famosos: Norma, La sonámbula, Los puritanos y El pirata . El Teatro Massimo agregó a continuación de su tradicional denominación el nombre del artista.

Catania, como toda Sicilia, es un vasto campo que ha acogido a lo largo de la historia a infinidad de pueblos - griegos, romanos, bizantinos, árabes, normandos, angevinos, aragoneses, españoles e italianos- quienes en la mayoría de los casos, como llegaron se fueron, dejando sin embargo en los monumentos que levantaron las huellas de su paso.

Uno de los más destacados es el Anfiteatro romano, de dimensiones levemente inferiores al de la Ciudad Eterna, pero que se halla en peores condiciones, debido a que, luego de cada terremoto, las autoridades autorizaban a los habitantes de la ciudad a reconstruír sus viviendas utilizando los materiales romanos...

Al anochecer, me embarqué para alcanzar mi próxima escala en dirección este, Rodas, la del coloso.-



2 comentarios:

Jorge S. King dijo...

Que viaje Señor. Quedamos a la espera de la continuación de la crónica. Muchas gracias.
Saludos Santiagueños.

hugo dijo...

me alegra jorge que te haya gustado, se hace difícil a veces escribir en pocas palabras todo lo visto.-